Llevo un día en Ghana, en Tema
con Nerea que llegó hace ya tres días. A las dos salimos hacia Koforidua, o eso
espero. No estoy cansada pero se han empeñado en que descansemos y claro, nos
sentimos culpables de estar aquí sin hacer nada. Preferiríamos haber llegado ya
y haber ido al orfanato.
Llegué ayer a las cinco de la
mañana. Creía que iba a ser fácil porque era la segunda vez, pero no contaba
con encontrarme a la entrada del aeropuerto a un grupo de trabajadores del
aeropuerto pidiendo las cartillas de vacunación para comprobar que llevábamos
puesta la vacuna de la fiebre amarilla. No la tenía, la había dejado en Esp0aña
pero estaba tranquila porque tenía el visado, y para que te hagan el visado
necesitas acreditar que te la has puesto. Se lo explico así a la mujer que me
la pide. Me dice que vuelva a mi país a buscarla, y claro, me da la risa. Me
dice que me quede a un lado que luego verá que hace conmigo. No soy la única a
la que le pasa, y nos arrincona a un lado mirándonos con cara de perro, hasta
que una de las supuestas “delincuentes”
sale corriendo y la trabajadora va detrás de ella. De repente todos los
demás salen corriendo y yo dudo por un momento en que hacer. Salgo disparada
hacia las largas colas, cojo el papel que hay que rellenar y me pongo a ello
sin perder de vista a la trabajadora que va de un lado a otro buscándonos (aquí
debo aclarar que yo era la única blanca de las personas que apartó, con lo que
reconocerme no era tan difícil) Durante unos 30 minutos voy moviéndome de cola
en cola cual fugitivas, hasta que la tía desiste y se va.
Feliz, entro en el país. Todo lo
demás: coser y cantar. Sin problemas con las maletas. Frank me espera fuera y
nos vamos a casa de los padres de Sheila. Allí me reencuentro con Nerea y con
Sheila y conozco a su bebé!!!!!! Chiquitín, chiquitín, sin parecido aparente ni
a la madre ni al padre, y con una mata de pelo rizado suaaaaaaave. Un bebé
precioso.
Y aunque parece mentira nos
ponemos en marcha y me voy con Nerea, Frank y su amigo a conocer la escuela de
niños ciegos de Akropong (eso si, pasando 40 minutos en medio de la carretera,
como no, gracias a la policía, una situación bastante surrealista pero con
final feliz)
De la escuela salgo impresionada,
perfectamente organizada, eso si, con pocos fondos para variar. Son alumnos
adolescentes, algunos con ceguera pero otros tienes además otro tipo de
discapacidad, y ya sabéis que son mi debilidad, nos sentamos a ver cómo
trabajan, hacen artesanía, impresionante. Nos dan una clase. Hablamos un rato
con ellos, nos enseñan su trabajo. Son niños que viven y estudian allí. Sortean
continuamente las barreras arquitectónicas. Se nota que los profesores que
trabajan con ellos lo hacen por vocación. Me comentan que necesitan personas
que ayuden, entrenarlas para que asistan dentro del aula (lo que me hace seguir
pensando en la posibilidad de prácticas en Ghana para el año que viene)
Hablamos con la directora de las
necesidades que hay, hacemos una lista, estamos pendientes de contactar con un
óptico que les gradúe la vista a los que necesitan gafas. Nos tienen que
llamar. Estoy deseando volver, probablemente la semana que viene. Feliz, feliz,
feliz.
A la vuelta paramos para comer en
el jardín botánico de Aburi, esta vez no llueve, hace sol y pica, con tanta luz
parece otro sitio.
Continuamos el camino y paramos
en el centro comercial de Accra. El año pasado me negué a ir, es como recibir
un bofetón y estar de nuevo en España, pero era necesario para conseguir la
tarjeta SIM para el teléfono y el pincho de Vodafone para poder actualizar el
blog. Hecho! Una cosa menos!
Y de vuelta a la casa en Tema,
nos dicen que hay que estar en pie a las 6, al despertar nos dicen que no
saldremos hasta las dos, pero las dos en Ghana no significan necesariamente las
dos. Nos da pena, estamos deseando llegar, ser útiles, habrá que esperar unas
horas, y en eso estamos, leyendo, escribiendo, hablando y dejando pasar el
tiempo.
Hasta la próxima entrada
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