La llegada fue impactante. Bajé del avión y entramos en un edificio del aeropuerto. Caos total. Una sala enorme asfaltada con un montón de gente alrededor de dos mesas muy largas. Papeles por el suelo y las mesas y ni rastro de nadie que trabajase allí para orientarme. Al fondo, colas interminables de gente esperando el control y arriba un letrero que dice Akwaba (bienvenido en Twi que es junto con el inglés la legua más hablada).
Me puse en la cola y rellené por inercia uno de los papeles que había sobre la mesa y de ahí a esperar. Tardé hora y media en que me atendiesen. Después fui a por las maletas donde reinaba la ley del más fuerte. La gente se empujaba sin guardar orden, gritaban en Twi y se lanzaban a por sus maletas. Yo intentaba abrirme paso para llegar a las mías. Toda una aventura bajarlas de la cinta y subirlas al carrito. ¡Y a la siguiente cola! Por suerte no me registraron las maletas y no me entretuvieron pero todavía quedaba otra cola más para demostrar que las maletas que me llevaba eran las mías, entre unas cosas y otras tardé tres horas en salir del aeropuerto.
El país es como dijo una compañera: un caos muy bien organizado.
En Ghana nadie usa cinturón de seguridad, muchos de los coches ni lo tienen. Muy poca gente tiene vehículo propio. Para desplazarse la gente utiliza el trotro (una especie de furgoneta en la que se meten tantas personas como caben) o el taxi (compartido claro, hasta que no se llena no sale). Los taxis hacen rutas, como los autobuses, así que simplemente hay que subir en el taxi que va al barrio que se desea. Los conductores no tienen el coche en propiedad, le alquilan el taxi al propietario y después deben darle un porcentaje de lo que ganan al día. Al usuario el taxi le cuesta unos 25 céntimos de euro o 40 si se va más lejos.
Mi primer trayecto en taxi es para recordar: el conductor paró dos veces para echar agua sobre el motor. Cuando fui a subir las maletas, dentro del maletero había en altavoz enorme que sonaba muy sucio y todo volumen con la versión Ghanesa de lo que vendría a ser música de la ruta del bakalao. Baches y más baches, frenazos…
Los conductores se saltan los semáforos, para adelantar no se utiliza el intermitente, dan 3 ó 4 pitidos cortos y adelantan; si otro coche viene en dirección contraria debe también arrimarse a su derecha.
El significado de la palabra bache no existe hasta que no vas a Ghana, se puede circular por cualquier sitio, parar en medio de la calle, cruzar y hacer cambios de sentido donde a uno le plazca. La norma es que no hay normas y si las hay, nadie las respeta.
No hay aceras, así que los peatones circulan por todas partes. Un sábado a las seis de la mañana las calles ya están llenas.
Mi primer día pasó muy despacio. Me día mi primera de las muchas duchas de agua fría que tuve, desayuné té con leche (leche en polvo claro), comí un trozo de pan con algo marrón dentro que no me atrevía preguntar qué era. No estaba ni bueno ni malo, había que comer.
Recibí la visita de Oscar, que estaba de voluntariado en African Angel y salimos a tomar un refresco. Probé el Alvaro (llana, no esdrújula), una bebida de pera con gas.
La perspectiva de la ciudad por la noche es muy diferente. Accra es como un macro botellón: gente caminando, comiendo y bebiendo en las calles, vagando al parecer sin rumbo… Coches por todas partes, ruido y oscuridad, solamente iluminada por las lamparitas de aceite que usan los vendedores en los kioscos de uralita que sirven de tienda de cualquier cosa.
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