Koforidua es un sitio acogedor, no muy grande, con lo que al cabo de aproximadamente una semana te sientes cómodo moviéndote solo. La gente es increíble, por supuesto hay excepciones como en todas partes pero yo considero haber tenido mucha suerte. Amables, no piden demasiado, tan sólo con hablar un par de cosas en Twi les tienes ganados.
Son curiosos, allá dónde vas te gritan "obruníiiiii" (que significa blanco-a), te tocan, te hablan, quieren saber qué haces allí. Sólo hay que saludarles con la mano o sonreírles, es así de simple, vamos casi casi como es España jajajaja.
En una ocasión me encontré con un niño que en cuanto me vio se puso a llorar, ¡era la primera vez que veía a una obruní! y claro, debió parecerle algo horroroso.
La familia con la que me quedé era un encanto, los padres, él R y ella L ambos maestros, el hijo mayor O de 14 estudiaba en un internado, pero durante mi estancia estaba en la casa para las vacaciones de verano. Tenían además una hija de seis años A. Con ellos vivía D, la chica de servicio que tenía 15 años. La familia la había adoptado, le pagaban el colegio y a cambio ella se encargaba de las labores de la casa. Al principio me pareció horrible, una niña de 15 años trabajando de criada para una familia de clase media ”ghanesa” (no olvidemos que la clase media allí nada tiene que ver con la de España) pero después te das cuenta de que es una chica afortunada porque podrá seguir estudiando y vivir mucho mejor que si se hubiese quedado en la aldea de la que venía.
Me gustaba hablar mucho con D y me di cuenta de que era feliz y eso es lo importante. No tenía padres y la única familia que le quedaba eran los abuelos. Lavábamos la ropa juntas (aún recuerdo cómo me sangraban los nudillos!!!! y mientras ella me hacía mil preguntas sobre Europa, preguntas curiosas que jamás se me hubiesen ocurrido. Llamaba a R y L papá y mamá. Soñaba con ser enfermera algún día. Aprendí mucho de ella y de mi familia, no podría haber estado mejor.
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